La confianza en uno mismo es una cualidad que nos ayuda a hacer frente a cualquier tipo de adversidad a la que nos enfrentamos en la vida. Cuando nos sentimos seguros podemos acercarnos a otros, dar nuestra opinión, usar la ropa que más nos gusta y atrevernos a seguir nuestros sueños.
Tal vez alguna vez hayas escuchado la frase “el intestino es el segundo cerebro”. Esto se debe a que el intestino tiene más neuronas que la espina dorsal y actúa de forma independiente del sistema nervioso central.
El intestino tiene funciones más allá de procesar la comida que ingerimos, también influye en nuestro estado de ánimo, en el desarrollo de enfermedades mentales o del sistema inmunológico. Por ello, los hábitos alimentarios influyen en el estado de ánimo y humor, lo que explica que al tener una alimentación saludable nos sentimos bien por dentro y por fuera.
En el sistema digestivo se producen hormonas y neurotransmisores que influyen en la sensación de fatiga, estrés o nerviosismo, las cuales se traducen en molestias intestinales, náuseas, inflamación del vientre, entre otras. Con frecuencia, cuando sentimos una emoción negativa, como la ansiedad, comemos papas fritas, donas, pasteles u otros snacks para mejorar rápidamente nuestro humor, lo que explica que las personas con depresión tiendan al aumento de peso por la ingesta excesiva de azúcares y carbohidratos, que (contrario a lo que creen) contribuyen a empeorar su ánimo.
Los alimentos naturales como las frutas y verduras nutren a nuestro organismo y le dan energía para las actividades diarias. Con el ejercicio nuestro cerebro libera hormonas como la dopamina, que nos da felicidad, plenitud y que en general nos hace sentir bien.
En conjunto, la alimentación y el ejercicio aumentan los neurotransmisores que favorecen la conexión cerebral y el buen funcionamiento del organismo. Como resultado, podemos ver que cada día dormimos mejor, que ya no sentimos ansiedad entre comidas, que tenemos más energía y menos dependencia del azúcar.
Lamentablemente, muchas personas tienen creencias negativas o limitantes sobre sí mismas, que ingresaron a su mente desde su infancia. Frases como “no puedes hacer nada bien” nos marcan y siguen sonando en nuestra cabeza, aunque seamos adultos. Sin embargo, al hacer ejercicio es común escuchar frases como “tú puedes”, “lo estás haciendo bien” y esto también se traduce en una mejor calidad de vida ya que son palabras que nos motivan, nos tranquilizan y ayudan a ganar más confianza.
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